Mi papá aquí nació, pero mi abuelo era de Chajul, allá nació y creció. Aquí [en Ilom] no había gente, no había casas. Él dice que él y cuatro personas oyeron que había terrenos aquí, sin dueño, y se vinieron con sus semillas a sembrar chile; pegó el chile. Al tiempo dice que sembraron algodón. Pero mi abuelo ya vino grande a cultivar el terreno para sembrar sus cositas y sus productos que vendían allá en Chajul. También sembraron tomate de palo. Fueron a avisar a sus amigos a Chajul, les fueron a ensenar el chile y el tomate. “¿Mira vos Bernal”, así se llamaba mi abuelo, mi tuco, “como está el terreno de ahí?  esta bueno o esta triste?” le preguntaba la gente. Y el decía, “aquí estamos contentos, es montaña, hay palos grandes. Botamos los palos y trabajamos”. “Porque aquí es tierra caliente” decía mi abuelo. Así contaron mi abuelo y sus amigos. Entonces le dijeron a mi abuelo “nos vamos a ir con ustedes”. “Ahí ustedes” les dijo, “porque todos queremos ganar la vida. Porque aquí [en Chajul] ya todo tiene dueño. Pero allá buscamos donde” les decía. “Y que día vas a regresar otra vez” le preguntaban, “pues ya no voy a decir mañana o pasado, porque tengo que trabajar. Tal vez unos cuatro días. Porque voy a sembrar milpa, yuca, güisquil. Cualquier cosa porque allí todo se pega. Porque es tierra caliente”. “Si te vas a ir nos avisas” le dijeron. Primero vinieron los cuatro a buscar terreno, pero atrás se vinieron otros 8, doce eran. Empezaron a botar montaña y a trabajar. Sembraron yuca, fruta, trajeron caña de Cotzal porque en Chajul, como es frío, no se da. ¡Y que caña se pegaba! ¡Que guineos se pegaban! Entonces saber quien trajo semillas de algodón y vinieron hacer almácigos. Lo sembraron, casi una cuerda cada uno. Creció y dio producto. Empezaron a cosechar el producto y lo llevaron a Chajul, lo fueron a vender. “Miren ustedes, allá en Ilom nada tiene nombre porque nadie vivía allí, solo nosotros llegamos”.

Tengo 68 años. No había principales aquí. Le quedo su nombre Ilom, que viene del cantón Ilom, allá detrás de la iglesia de Chajul. Lo pensaron ellos y salió su nombre. Vamos hacer una aldea con este nombre. Las doce personas que vinieron hicieron sus doce casas y le pusieron Ilom. Empezaron a rozar, los doce, sembraron cañas y frutas, guineos, y tantos productos que salieron de tierra caliente.

Poco a poco creció la aldea. Creció su hijo y fue a buscar su mujer a Chajul y la trajo para aquí, y así, mi tío y mi tía vinieron aquí. La aldea creció, poco a poco. Mi papá nació en Chajul, pero de pequeño se vinieron a vivir aquí, y ya aquí creció. El no sabía nada de la tierra de Ilom. El no sabía porqué nació y creció la aldea. Yo no sé en que año pasó eso, saber en qué fecha. Ninguno de ellos sabía castilla, ni mi abuelo ni mi papá. Antes pues, no había quien enseñara la castilla. Ya después había maestro, pero no antes. Había antes un viejo, Pablo Chávez, él sabe leer. Aquí nació y creció. El aprendió a leer con el maestro. El otro se llamaba Juan Ramírez. Sabían leer. Ya se murieron. Antes pues, allá a Chajul fueron a recibir su vara las autoridades, porque como aquí no había nada. Fue la gente a hablar con el alcalde municipal de Chajul para que les ayudara. El pidió la orden en Quiché y Guatemala y así ya hubo autoridad aquí. Cuando yo crecí hacían su fiesta cada 20 días, había fiesta para el terreno, para la milpa, para la enfermedad. Era la costumbre. Trajeron la costumbre de Chajul. Pero eso ya cuando yo crecí. Yo miraba todo eso, porque mi papá fue regidor de aquí, primero pasó de mayor, llegó a dos años y tres años, y pasó a regidor. Entonces ya era Principal, y él iba con el alcalde. ¡Yo andaba con mi papá, así como los chuchos andan con su dueño! Así estoy. Como no salgo a trabajar porque estoy puro girito, entonces ando con mi papá. ¡Como le tocaba la gente la marimba! Celebrando sus fiestas y sus costumbres. Pero ahora ya no hay, ya se cambió otra vez. Ahora ya no hacen costumbre. Tal vez cambiaron todo cuando fué la masacre. Este tiempo cambió la fiesta. La ceremonia se cambió en el 82. Tenía yo mis 35 años tal vez, cuando pasó la masacre. Por eso estoy contando con los que han venido de Quiché, de Guatemala.

Cuando la guerra empezó yo ya estoy grande, por eso estoy contando. A un mi familiar lo botaron los ejércitos. Nunca he visto yo la guerrilla, sólo ejército. Salimos nosotros después de la masacre. Fuimos a posar a [la finca] Santa Delfina. El teniente después dijo, aquí está ahora su casa. Aquí te vas a quedar. Cuando regresamos de Santa Delfina muchos ya se quedaron sin su casa, otros sí. Muchos ya se quedaron sin su sitio, sin su casa. Otros se fueron a la montaña. Pero en cambio yo, no me metí en la cabeza nada con los otros clientes, gracias a Dios. No es mi enemigo el ejército, y no es mi enemigo la guerrilla. No más estoy mirando. Pero nunca estoy hablando con las guerrillas. Y nunca estoy peleando con los ejércitos. Yo voy por el camino de Chajul, cuando era regidor, y estoy mirando al ejército, pero a mí no me molestaba. En 84 quedé yo de regidor. Acabé mi año de servicio y me salí. En 89 me nombraron de alcalde otra vez. Como yo soy autoridad, como ando mi vara, no tenía que andar papel. “Para donde va” decía el ejército. “Voy a Chajul” decía yo. “Y que vas hacer?”. “Tengo mandado con el alcalde municipal” les decía yo. “Sos empleado?” me decían. “Soy regidor de la aldea Ilom”. A vaya, pasen pues”. “No vayan a decir nada, que vieron al ejército”. Yo llegaba con el alcalde para pedir mi razón, mi consejo. Estoy aclarando como voy a vivir aquí.

Cuando fue la masacre, vinieron el ejército de la Perla. Como había destacamento. Yo estoy oyendo en la radio las noticias. Nomás estoy oyendo, nunca estoy mirando. Había un señor allá arriba. Se llamaba Jacinto. Allí hacen su reunión los de la guerrilla dicen. Saber qué modo le sabían los del ejército, y saber quién dejó dicho con ellos. Lo estuvieron buscando los ejércitos, y ya en la noche fueron a sacarlo. Lo estuvieron buscando bastante. Como 18 personas sacaron de noche. Pero él tuvo su motivo, su delito. Por eso lo sacaron. Pero a mí no me molestaron. Así empezó poco a poco. Ya en Mayo pasó la masacre. Se quemó la aldea. Vino el ejército a las 4 de la mañana. No más vinieron a sacarnos a nosotros. Tocaron la bocina, como tienen su micrófono. Están hablando, pero el ejército ya estaba dando vueltas, como a las 5 de la mañana. Estamos encerrados, así sin nada, sin desayuno ni nada. Como a la una ya empezó a balear. Esa fue la masacre. En la plaza. A nosotros nos metieron en una casa de escuela. Tenían sus nombres, llevaban lista. Llevaban lista. No aparecieron nuestros nombres y no teníamos motivo. Entonces nos fuimos a otra casa, a la carnicería. Al buen rato empezaron pues. Esa fue la masacre. “Traigan sus azadones y sus piochas” nos dijeron, “van a enterrar a sus papás, ahí están sus papás”. Ahí están sus tatas. Fuimos a enterrar los muertos. Ahora van a buscar a donde vivir. Antes de salir nosotros, cuando fuimos a enterrar los muertos, quemaron nuestras casas. Entonces, como somos mozos de José Luis Arenas, pasamos a la finca. Pero nuestras casas, nuestras chamarras, todo se quedó. Y echaron fuego. Y como es hoja de posh rápido se brinca el fuego. Entonces, todos hicimos posadas, como somos mozos. Los que mataron también son mozos, tienen su cartón de jornales, y los fueron a enterrar con sus papeles.

Victoriano Escobedo. El tenía sus terrenos, porque aquí vivía. Él consiguió el terreno de Berdú, que era de Lisandro. Él era comité, por eso fue a Guatemala a conseguir papel. El sabía que lo estaban buscando, entonces él se fué a Barrillas porque de allí es su mujer. Se fue a vivir con su suegro. Pero como muchos enemigos tenía Victoriano, porque él estaba interesado en los terrenos, entonces por eso es que tuvo su delito con el patrón, hijo de Lisandro Barrillas. Seguro que fueron a hablar con el teniente de La Perla, pero no sabemos. Entonces lo fueron a traer a Barrillas, en avioneta. Ahí lo mataron. El aquí creció. Primero fue la masacre.

Fuimos a trabajar obligados a la Perla, sin pago. Nos fuimos a cumplir, como estamos posando en Santa Delfina. Pero ni un nuestro centavito. Ni comida. Trajimos nuestro bastimento, nuestra comida. Cuando vivíamos en la finca, compramos nuestro maíz. Vienen los vendedores de Barrillas. Porque nuestro maíz ya no lo tenemos. Tenemos milpa, pero nuestro maíz ya no servía, como lo quemaron todo. Se quemó el frijol, se quemó el café, porque mucha de mi gente tiene buen café, 10 y 15 quintales. Todo se lo acabo el fuego. Nuestras chamarras, los vestidos, nuestro pisto.

Tenemos mucho jornal, mucho cartón o papel, como ocho cada uno. Cada papel tiene 12 jornales. Y cada uno tenemos 8 cartones, 12 cartones, 15 cartones. Pero el pago no viene. Sabemos que tenemos nuestros jornales. ¡Debían ellos pues! Muchos de esos papeles tenemos. Pero como no nos pagan. Venía un poco, pero solo para el puro gasto. Uno 10 quetzales para cada persona. ¡Como somos bastantes! Somos de aquí, de Tzotzil, Perla, Xaxiban, Ixtupil, toda la gente de allí trabajan la finca. Todos tienen sus recibos, sus cartones, pero no pagan. ¡Nada de eso nos quedó, como se chamuscó todo! Yo tenía 24 cartones con 12 jornales en cada papel. Pero de una vez lo acabó el fuego. Ya no hay. Por eso ahora dicen que decimos mentiras. Pero no, yo crecí en la finca. Me acuerdo que tengo como 15 años cuando comencé a trabajar en la finca, hasta que llegue a 50 y 60, ahora ya no me animo a trabajar. Voy a trabajar solo lo propio, pero por la lucha. Antes cuando crecí, cuando estoy joven todavía, entonces si trabajo, en Santa Delfina. El pago viene de la Perla, porque ahí cae la avioneta con el patrón. Entonces va el mayordomo a traer el pago y ya llega con nosotros. Ahí está la finca todavía, ya no mucho. Pero antes había bastante gente. ¡De Las Pilas, de Polbatze, vienen los cuadrilleros a trabajar la finca, mucha gente! Ahora ya poco queda, porque están vendiendo.

Yo con mis ojos no vi como murió don Luis, porque estoy trabajando. Yo soy patiero en la finca. Soleaba y secaba café. Día a día, yo no salgo al campo. Solo estoy trabajando y trabajando. ¡Por eso estoy cansado mucho! Sudaba mucho, se cansó mi cuerpo. Por eso ya no aguantaba. Nuestro sudor y nuestra fuerza ahí se acabó. Porque cuantos años trabaje yo ahí. Lavamos café, meneamos café, cuando se seca vamos a pesar, diario. Todos los días. Así como ahora que viene el día de los santos, toda la gente está en fiesta, pero yo estoy trabajando, estoy sampado en el agua, en el río para lavar café. Pasábamos el café cargado en costal, porque no había con que pasar el café. En nuestra espalda venía el café. Día a día a día. Eso estaba haciendo yo cuando murió don Luis Arenas. Nosotros oímos la noticia porque llegó el aviso ahí. Como había el telegrama y teléfono, le llegó al mayordomo. A él le dijeron que se fuera porque el patrón se murió. Luego se fué el mayordomo con los caporales. Como nosotros estamos sampados en el trabajo, por eso no vi. Embrocado estaba el viejo. Pero yo no he visto, solo oí razón, como noticia. Sampado estoy ahí. ¡Como voy a dejar abandonado el trabajo! ¡Quiere decir que estoy vendido en la finca! Si. No es para uno. Que hago yo si quiero para la barriga, para tapar nuestra espalda. Por eso estoy luchando, trabajando. Éramos 8 los patieros. Había unos muchachos de las pilas, de esta aldea solo yo. Como aquí son escogidos los muchachos. Si les gusta trabajar, que trabajen. Si no son caprichosos entonces se trabaja. Los que son caprichosos no les dan trabajo de patiero, sino al campo. Eso lo hace el mayordomo, el escoge y ve bien quien trabaja.

 

Los que iban al campo limpian café, hacen hoyado (para sembrar más café), los que lavan y despulpan. El maduro se asienta y la cascara flota. Yo sabía todo ese trabajo. No fui nunca al campo. Los que iban al campo lo hacían de 6 de la mañana para las 6 de la tarde. Cuando nosotros despulpábamos, los hacíamos de 6 de la tarde a las 8 de la noche. Cuantos años trabajé yo ahí. De aquí miro yo Santa Delfina, el patio. Llevábamos nuestro desayuno y nuestro almuerzo. A la 7:30 en punto el desayuno, a las 12 el almuerzo. Entonces le prestamos fuego a la gente que vivía en la finca, para calentar.

Así me acuerdo de Juan Cava, pero él ya era viejo, mayor de principales de la aldea. Antes. Solo él manda, él es el cabeza de la aldea. Artículo le decían. Es por sus leyes. “El libro dice, del artículo 71” el mero cabecilla de la aldea. Me acuerdo que fui a la Acción Católica. me fui 5 años. Hacíamos reunión. Javier se llamaba el cura que viene de Nebaj. El venía a dar la semilla de la religión, somos siete personas. Y poco a poco la gente se juntó. Entonces ya fueron bastantes católicos. Entonces el tiempo de la masacre fue lo que acabó a los católicos. Ya cuando nos pasamos a la finca ya no hay católicos ni costumbre. Se acabó todo. Antes no hubo problema. Mi abuelo fue rezador, y mi papá también. Ellos queman copal, queman candela. Ellos con su costumbre, y yo con la mía. Cada uno con su pensamiento.

Mi abuelo y mi papá fueron a hacer carretera, ya no me acuerdo donde, pero puro gratis. Nada ni un centavito que les aprovecha. Traen sus bastimentos, su agua, su azadón y su piocha. Cuando yo crecí ya no lo ví. Yo crecí en la finca. Nosotros que somos hombres, tenemos que ir a la finca para ganar. Las mujeres iban así voluntario. Ya cuando fué la masacre, entonces ya era obligado para todos. Como ya estamos en posada, tenemos que pagar nuestra posada. Muchas fueron a corte. ¿Mi mujer no fué, porque como estoy metido en la finca, y quien va hacer mi comida, mi hogar? No había molendera. Porque estoy vendido en la finca. ¿Si no, cuando no trabajamos, quien va a regalar? Yo no voy a robar, si para eso tengo mis manos. Este es mi sitio, mi tierra, yo compré esto, no es herencia. Cuando la masacre, nos fuimos a la finca. Mismo ejército que nos correteó, mismo ejército que nos trajo. Entonces ya me vine de regreso aquí.

Cuando no ora en Dios es pecado. Pecado cuando no se cumple la obligación de los antiguos. Cuando se cumple la obligación del antiguo tiene costumbre para rezar, para sembrar maíz y frijol, recomiendan su vida a Dios. Hay mismos católicos que también hacen costumbre. Los carismáticos si no encienden candela. Todavía hacen costumbre, no mucha gente. Pero todavía queman sus candelas y sus copales. Y como así hacen mis antiguos, así hago yo todavía. Yo trabajé 5 años con los sacerdotes, y yo soy católico. Pero hago mi costumbre. Cualquiera viene conmigo.